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Qué ver en Malá Strana, el barrio barroco de Praga (y el más elegante)

Malá Strana fue uno de los barrios que más nos sorprendió en Praga. Después de cruzar el Puente de Carlos desde Staré Mesto, el ambiente cambia por completo: las calles se vuelven más tranquilas, los edificios más señoriales y el ritmo de vida más tranquilo. Es como entrar en otra Praga, más aristocrática y barroca, pero igual de cargada de encanto.

Caminar por este barrio es recorrer un escenario de palacios elegantes, iglesias monumentales y jardines que invitan a detenerse. En Malá Strana todo parece tener un aire más solemne y, al mismo tiempo, acogedor. Para nosotros fue como descubrir la Praga más refinada, esa que combina historia con serenidad.

En este artículo te proponemos un recorrido por Malá Strana tal y como lo hicimos nosotros: caminando, observando y dejándonos llevar por sus calles empedradas. Visitaremos sus monumentos más importantes, contaremos su historia y te daremos consejos prácticos para disfrutar de esta parte imprescindible de la ciudad.

Breve historia de Malá Strana

Malá Strana, que literalmente significa “Ciudad Pequeña”, fue fundada en 1257 por el rey Otakar II de Bohemia como una ciudad independiente, justo al pie del Castillo de Praga. Desde el principio, estuvo habitada por nobles, comerciantes alemanes y funcionarios reales, lo que le dio un carácter más aristocrático que el de Staré Mesto, su vecina al otro lado del Moldava.

Durante siglos, Malá Strana fue escenario de incendios, reconstrucciones y conflictos. El más devastador fue el incendio de 1541, que destruyó buena parte del barrio. Pero de esa tragedia surgió su transformación: en el siglo XVII, con la llegada de órdenes religiosas y familias nobles, se reconstruyó en estilo barroco, convirtiéndose en uno de los conjuntos arquitectónicos más elegantes de Europa Central.

Praga - Iglesia de San Nicolás - Interior

Paseando por sus calles se nota esa herencia con palacios, iglesias monumentales y jardines que aún conservan el esplendor de aquella época. En este barrio se instalaron embajadas, conventos y residencias de la nobleza, y el barrio se convirtió en el centro del poder político y religioso de Bohemia.

Hoy, Malá Strana conserva ese aire señorial y tranquilo. Aunque forma parte del centro turístico de Praga, sigue siendo un lugar donde se respira historia en cada rincón. Para nosotros, fue uno de los barrios más agradables de recorrer debido a que es menos bullicioso que Staré Mesto, pero igual de fascinante.

Qué ver en Mala Strana. Nuestro recorrido

Llegada desde Staré Mesto: cruzando el Puente de Carlos

Nuestro recorrido por Malá Strana empezó justo al cruzar el Puente de Carlos, uno de los lugares más emblemáticos de Praga. Veníamos de Staré Mesto (puedes leer aquí nuestra visita a Stare Mesto), y aunque ya lo habíamos cruzado antes, esta vez lo hicimos con la idea de entrar en otro barrio, con otro ambiente y otra historia.

El puente, construido en el siglo XIV por orden de Carlos IV, fue durante siglos la única conexión entre el castillo y la ciudad vieja. Por aquí pasaban reyes en procesión, comerciantes, peregrinos… y hoy sigue siendo una vía muy transitada, aunque con un ritmo más tranquilo. Las 30 estatuas barrocas que lo decoran le dan un aire solemne, y la vista del Moldava y del Castillo de Praga desde aquí es de las mejores de la ciudad.

Praga - Torres del Puente de Carlos

Al llegar al extremo occidental del puente, nos encontramos con la Torre del Puente de Malá Strana, menos conocida que su hermana del lado de Staré Mesto, pero igual de interesante. Marca la entrada histórica al barrio y fue parte de las fortificaciones que protegían esta zona.

Nada más cruzar, el ambiente cambia. Malá Strana nos recibió con calma, con fachadas barrocas y callejones empedrados que invitaban a caminar sin prisa. Fue el comienzo perfecto para descubrir uno de los barrios más elegantes y con más historia de Praga.

La Iglesia de San Nicolás, el principal monumento de Mala Strana

Nada más cruzar el Puente de Carlos y adentrarnos en Malá Strana, lo primero que nos llamó la atención fue la Iglesia de San Nicolás, una de las joyas del barroco en Europa Central. Su cúpula verde y su torre se ven desde muchos puntos de la ciudad, pero estar frente a ella impresiona aún más.

La iglesia fue construida en el siglo XVIII por los jesuitas, sobre una iglesia gótica anterior. Pero lo más sorprendente está en su interior con sus columnas gigantes, frescos que cubren el techo y un órgano que, según cuentan, llegó a tocar Mozart. Subimos a la galería para tener una vista desde arriba, y la sensación de espacio y luz es espectacular.

Praga - Iglesia de San Nicolás - Cúpula y Torre

Durante el régimen comunista, la iglesia fue usada como sala de conciertos, y hoy sigue teniendo esa doble función: templo y espacio cultural. Sin duda, un buen ejemplo de cómo Praga ha sabido conservar su patrimonio adaptándolo al presente.

La visita es rápida, pero muy recomendable. Si te gusta la arquitectura barroca, este es uno de los mejores ejemplos en la ciudad. Y si no, solo por la atmósfera que se respira dentro, merece la pena entrar. (Más info aquí: https://www.stnicholas.cz)

La Plaza de Malá Strana y sus palacios

Después de visitar la Iglesia de San Nicolás, seguimos caminando por la Plaza de Malá Strana, que nos pareció uno de los rincones más elegantes y tranquilos de Praga. A diferencia de la Plaza de la Ciudad Vieja, es un lugar más sobrio, rodeado de palacios, edificios históricos y calles empedradas que invitan a pasear sin prisa.

La plaza fue el centro administrativo y social del barrio durante siglos. Aquí se celebraban mercados, reuniones políticas y eventos religiosos. Muchos de los edificios que la rodean fueron construidos por familias nobles, especialmente después del gran incendio de 1541, cuando Malá Strana fue reconstruida en estilo barroco.

Praga - Plaza de la Ciudad Pequeña

Nos llamó la atención la cantidad de palacios renacentistas y barrocos que hay en la zona. Algunos siguen siendo residencias oficiales o embajadas, otros se pueden visitar o simplemente admirar desde fuera.

Nos sentamos un rato en un banco, viendo cómo la plaza se llenaba de luz al caer la tarde. Fue uno de esos momentos en los que entiendes por qué Malá Strana tiene fama de ser el barrio más elegante de Praga.

El Palacio Wallenstein y sus jardines

Otro de los lugares que visitamos en Malá Strana fue el Palacio Wallenstein. No lo teníamos como prioridad en la ruta, pero al entrar en sus jardines entendimos por qué merece una visita.

El palacio fue construido en el siglo XVII por Albrecht von Wallenstein, un poderoso general del Imperio durante la Guerra de los Treinta Años. Su ambición era tal que mandó construir un complejo que rivalizara con el Castillo de Praga. Y lo consiguió: el palacio ocupa una enorme superficie y está lleno de detalles que muestran el poder que llegó a tener.

Nosotros visitamos los jardines, que son públicos y gratuitos. Paseamos entre estanques, esculturas mitológicas y una galería abierta con frescos. Incluso pudimos ver a pavos reales caminando libremente por el césped, algo que no esperábamos en pleno centro de Praga.

Si tienes tiempo, puedes visitar también el interior del palacio, que hoy alberga el Senado checo. Pero incluso si solo ves los jardines, merece la pena incluirlo en el recorrido por Malá Strana. Es un lugar que combina historia, arte y calma, y que nos pareció perfecto para hacer una pausa en medio del paseo.

Las calles con encanto de Malá Strana. Nerudova y alrededores

Después de recorrer la plaza y los jardines del Palacio Wallenstein, seguimos caminando por una de las calles más conocidas de Malá Strana: la calle Nerudova. Es empinada, adoquinada y con mucho carácter. Fue parte de la antigua Ruta Real, el camino que seguían los reyes checos en su coronación hacia el Castillo de Praga.

Si lo visitas, igual que a nosotros te sorprenderán las casas con símbolos en lugar de números. Antes de que se numeraran las viviendas, se usaban figuras en las fachadas para identificarlas: un sol, una herradura, un cangrejo, una llave…

Cada casa tiene su historia, y muchas de ellas han sido habitadas por personajes ilustres. La calle debe su nombre al escritor Jan Neruda, que vivió aquí en el siglo XIX. A pesar de que hay muchas tiendas de souvenirs, el ambiente sigue siendo auténtico. Subimos despacio, parando a mirar escaparates, detalles arquitectónicos y alguna que otra placa conmemorativa. Es una calle que se disfruta sin prisa.

Desde Nerudova también se puede acceder a callejones más tranquilos, pequeñas plazas y patios escondidos que forman parte del encanto de Malá Strana. Nosotros nos desviamos hacia la calle Thunovská, mucho menos transitada, y encontramos un pequeño café con terraza donde hicimos un descanso.

El Monte Petrín y el funicular

Desde Malá Strana decidimos subir al Monte Petrín (también puedes subir fácilmente hasta el Castillo de Praga), uno de los espacios verdes más grandes de Praga y un lugar perfecto para desconectar del bullicio. Se accede fácilmente desde la calle Újezd, donde está el funicular, aunque nosotros preferimos subir caminando para disfrutar del paseo entre árboles y jardines.

El monte ha sido parte de la vida local desde hace siglos. En la Edad Media se usaba como viñedo, y más tarde se convirtió en zona de recreo. Hoy es un parque muy popular entre los praguenses, con senderos, bancos, rosaledas y vistas espectaculares de la ciudad.

Praga - Vistas desde el Monte Petrin

En lo alto se encuentra la Torre Petrín, construida en 1891 como una réplica en miniatura de la Torre Eiffel. Subimos sus escaleras y desde arriba tuvimos una de las mejores panorámicas de Praga: el Moldava, el Castillo, las torres de Malá Strana y los tejados de Staré Mesto. Merece la pena el esfuerzo.

También hay una espejería (laberinto de espejos), una iglesia y varios miradores. La bajada la hicimos en el funicular, que es parte del transporte público de la ciudad. La forma más cómoda de terminar la visita y volver al corazón del barrio con otra perspectiva, cansados pero felices con el recorrido realizado.

El Muro de John Lennon

Después de recorrer las calles barrocas de Malá Strana, nos acercamos a uno de los rincones más curiosos y simbólicos del barrio: el Muro de John Lennon. Aunque no es un monumento antiguo ni una joya arquitectónica, tiene una historia que conecta con la parte más reciente y rebelde de Praga.

El muro empezó a llenarse de grafitis y mensajes de paz en los años 80, cuando Checoslovaquia aún vivía bajo el régimen comunista. Tras el asesinato de John Lennon en 1980, alguien pintó su retrato en esta pared, y desde entonces se convirtió en un espacio de expresión para los jóvenes que querían protestar contra la censura y la falta de libertades. El gobierno lo borraba, pero los mensajes volvían una y otra vez.

Nosotros lo encontramos bastante lleno de gente, pero aún así pudimos pararnos a leer algunos mensajes y hacer unas fotos. Es un lugar que transmite energía, aunque no sea especialmente bonito.

Está justo al lado del canal de Čertovka, en una pequeña plaza tranquila. Si vas con tiempo, puedes combinar la visita con un paseo por la isla de Kampa, que está muy cerca. Para nosotros, el Muro de John Lennon fue un buen contraste con el resto del barrio: menos monumental, pero igual de cargado de significado.

Malá Strana de noche

Si durante el día Malá Strana nos pareció elegante y tranquilo, por la noche nos gustó aún más. Cuando cae el sol, las calles se vacían de turistas, las luces cálidas iluminan las fachadas barrocas y el barrio recupera ese aire silencioso que lo hace tan especial.

Nos quedamos un rato paseando por la Plaza de Malá Strana, que por la noche tiene un ambiente muy distinto. Los palacios parecen más imponentes, la Iglesia de San Nicolás se ilumina desde dentro, y el sonido del Moldava llega desde el fondo de las calles.

Para cenar, hay varias opciones en el barrio: desde restaurantes tradicionales checos hasta otros más modernos. Nosotros elegimos uno cerca de Újezd, con comida local y ambiente tranquilo. Fue el cierre perfecto para un día que combinó historia, arquitectura y paseo.

Consejos prácticos para la visita a Malá Strana

¿Cuánto tiempo dedicar? Si quieres ver lo esencial con calma, medio día es suficiente. Si incluyes Monte Petrín y visitas interiores (como San Nicolás o el Palacio Wallenstein), mejor reservar un día completo.

¿Mejor momento para visitarlo? Por la mañana temprano o al final de la tarde. Evitas las horas punta de turistas y disfrutas del ambiente más tranquilo. El barrio tiene un encanto especial de noche, así que vale la pena quedarse hasta después del atardecer.

Cómo moverse. Se recorre perfectamente a pie. Las distancias son cortas y el barrio invita a caminar. Si subes a Monte Petrín, puedes hacerlo caminando o usar el funicular desde Újezd (incluido en el transporte público).

Malá Strana. Historia viva entre palacios y jardines

Malá Strana fue uno de los barrios que más disfrutamos en Praga. Tiene historia, arquitectura, rincones tranquilos y un ambiente muy distinto al de Staré Mesto. Aquí todo va un poco más despacio: las calles son más silenciosas, los edificios más señoriales y los detalles más sutiles.

Recorrerlo a pie, desde el Puente de Carlos hasta el Monte Petrín, pasando por iglesias, palacios y jardines, fue como hacer un viaje por la Praga más elegante y menos ruidosa. Y aunque es una zona muy visitada, sigue conservando ese aire de barrio antiguo que no ha perdido su esencia.

Si estás planeando tu viaje a Praga, te recomendamos dedicarle al menos un día completo a Malá Strana. Es el complemento perfecto a la Ciudad Vieja y una parte fundamental para entender la historia y el carácter de la ciudad.

Puedes seguir explorando Praga con nuestro artículo: Qué ver en Praga en 5 días.

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