Praga es una de esas ciudades que parecen sacadas de un libro de historia. Cada calle, cada plaza y cada edificio tiene algo que contar. Nosotros tuvimos la suerte de pasar cinco días completos en la capital checa, y te aseguramos que fue tiempo más que suficiente para conocerla a fondo, disfrutarla sin prisas y, sobre todo, entender su historia a través de sus barrios.
En este artículo te proponemos un recorrido real, basado en nuestra experiencia, para que sepas qué ver en Praga en 5 días. No es solo una lista de monumentos: es una ruta pensada para descubrir la ciudad caminando, barrio a barrio, desde la Edad Media hasta el siglo XX. Visitaremos castillos, sinagogas, bibliotecas, plazas imperiales y callejones con leyenda. Y lo haremos con contexto, con historia y con consejos prácticos.
Si estás planeando un viaje a Praga y quieres aprovechar al máximo tu tiempo, aquí tienes una guía completa, personal y muy útil para recorrer la ciudad en cinco días.
Praga en 5 días
Una buena opción también para recorrer la ciudad en poco tiempo es hacerlo en el autobús turístico de Praga que te lleva por los principales puntos de interés. En un solo día podrás conocer lo más importante por lo que puede ser buena idea hacerlo el primer día para tener una visión general y luego ya profundizar.
Para visitar la ciudad sin complicaciones, y sobre todo si no conoces el idioma, lo que te podemos recomendar es que hagas este Free Tour por Praga que te llevará por los mejores rincones de la Ciudad Vieja y Mala Strana.
Qué visitar el primer día. Staré Mesto, el corazón medieval de Praga
Praga tiene la virtud de atraparte desde el primer paso. Nada más llegar al barrio de Staré Mesto, la Ciudad Vieja, sentimos que estábamos caminando por un escenario que apenas había cambiado desde la Edad Media. Las fachadas góticas y barrocas, los callejones estrechos y el bullicio de turistas y locales se mezclaban en una atmósfera única.
El punto de partida no podía ser otro que la Plaza de la Ciudad Vieja. Allí se concentran siglos de historia: el Antiguo Ayuntamiento con su famosa Torre, a la que subimos para obtener una de las vistas más impresionantes de Praga. Desde arriba, los tejados rojos parecían un mar ondulado, interrumpido solo por las agujas góticas de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, que se alzaban como guardianas de la plaza.
Pero antes de entrar en la iglesia, nos detuvimos a contemplar el espectáculo del Reloj Astronómico. Cada hora, la multitud se agolpa para ver desfilar a los apóstoles, un ritual que se repite desde hace más de seis siglos. Sabemos que el momento dura apenas un minuto, pero hay algo conmovedor en pensar que generaciones enteras han contemplado el mismo mecanismo, con la misma fascinación.
Después de visitar el interior de la Iglesia de Týn, nos dejamos llevar por las callejuelas de Staré Mesto que parten de la plaza. Es fácil perderse, pero esa es parte de la magia de Praga: cada rincón guarda una sorpresa, ya sea un café escondido, un escaparate de marionetas o un pequeño teatro negro.

Nuestra caminata nos llevó hasta la imponente Torre de la Pólvora, uno de los accesos medievales a la ciudad. Subir sus escalones nos regaló otra panorámica de Praga, diferente pero igualmente hermosa. Muy cerca se encuentra la Casa Municipal, un edificio de estilo art nouveau que parece fuera de lugar entre tanto gótico, pero que refleja la diversidad arquitectónica de la ciudad.
La tarde la dedicamos al Clementinum, un antiguo complejo jesuita que guarda uno de los tesoros más bellos de Praga: su Biblioteca barroca. Entrar allí fue como retroceder al siglo XVIII: estanterías de madera oscura, globos terráqueos antiguos y frescos que narran un universo intelectual que parecía casi sagrado.
Terminamos el día caminando sin rumbo fijo por Staré Město, disfrutando del ambiente vibrante de sus calles iluminadas. Entre músicos callejeros, olor a trdelník (ese dulce en forma de espiral que venden en cada esquina) y las torres que se recortaban contra el cielo nocturno, sentimos que Praga ya nos había conquistado… y solo era el primer día.

Día 2. El Castillo de Praga y Malá Strana
El segundo día lo reservamos para una de las visitas más esperadas: el Castillo de Praga. Desde la orilla del Moldava, la silueta del complejo ya se impone en lo alto de la colina, como un recordatorio de que durante siglos fue el corazón político y espiritual de Bohemia.
¿Y si te lo cuentan?
Se puede visitar por libre pero te perderás las explicaciones de guías expertos que te contarán muchas historias y leyendas sobre el Castillo de Praga. Recomendamos el Free Tour por el Castillo de Praga o la Visita guiada por el Castillo de Praga
Decidimos llegar al Castillo de Praga en tranvía, una experiencia en sí misma. Viajar en esos vagones rojos y blancos, que parecen detenidos en otra época, es casi un ritual para quien visita la ciudad. Al bajar, las escaleras que suben hacia el castillo nos recibieron con la promesa de historia y grandeza.
El Recinto del Castillo es inmenso, más una pequeña ciudad que un simple edificio. En el centro se alza la Catedral de San Vito, una obra maestra del gótico centroeuropeo. Sus vidrieras nos dejaron sin aliento: luz y color convertidos en arte. Saber que aquí fueron coronados los reyes de Bohemia y descansan figuras como San Wenceslao o Carlos IV daba un peso especial a la visita.

Entramos también al Antiguo Palacio Real, con su monumental Sala Vladislav, tan grande que en el pasado se celebraban hasta torneos de caballería en su interior. El lugar respira solemnidad. Pero quizás el rincón más entrañable fue el Callejón del Oro, una callejuela de casas de colores que parece salida de un cuento. Una de ellas fue hogar temporal de Franz Kafka, y no pudimos evitar imaginarlo escribiendo en una de esas habitaciones diminutas.
Antes de abandonar el castillo, recorrimos los Jardines Reales, desde donde se tienen vistas privilegiadas del río y de las torres de la ciudad.
La bajada nos llevó directamente a Malá Strana, el “Barrio Pequeño”. Sus calles empedradas, menos concurridas que las de Staré Město, tienen un aire romántico. En el Barrio de Malá Strana, visitamos la Iglesia de San Nicolás, una joya del barroco, con frescos y dorados que rivalizan en esplendor con cualquier catedral europea.
Después, caminamos sin prisa por la Plaza de Malá Strana, repleta de edificios señoriales, hasta llegar al Puente de Carlos. Cruzarlo al atardecer fue uno de esos momentos que se quedan grabados: las estatuas de santos, los músicos tocando melodías melancólicas, el Moldava reflejando los últimos rayos de sol… Praga se mostraba en su versión más mágica.
Cerramos el día cenando en un restaurante del barrio, con goulash y cerveza checa, mientras aún resonaban en nuestra mente las imágenes del castillo iluminado.

Día 3 – El Barrio Judío y la Praga Moderna
El tercer día lo dedicamos a explorar dos caras muy distintas de la ciudad: el barrio judío (Josefov), cargado de memoria e historia, y la Praga moderna de Nové Město, con sus avenidas y edificios del siglo XIX y XX.
Empezamos temprano en Josefov, a un paso de la Plaza de la Ciudad Vieja. No se trata solo de un barrio pintoresco: aquí late la memoria de siglos de presencia judía en Bohemia. Las sinagogas son sus grandes protagonistas, cada una con un carácter único. La que más nos impresionó fue la Sinagoga Pinkas, convertida en un memorial silencioso: en sus paredes están escritos los nombres de los más de 77.000 judíos checoslovacos asesinados durante el Holocausto. Leerlos, uno tras otro, es un golpe de realidad que emociona.
El Cementerio Judío, con sus miles de lápidas apiñadas, parece sacado de una imagen surrealista. En apenas una hectárea se superponen siglos de sepulturas, hasta doce niveles de enterramientos. Caminar por sus senderos angostos, entre lápidas torcidas cubiertas de musgo, es una experiencia que sobrecoge.

De allí pasamos a la Sinagoga Española, con su decoración de estilo morisco: paredes geométricas, colores cálidos y un aire exótico que recuerda a Andalucía. Fue un contraste inesperado, casi un alivio después de tanta carga emocional.
Tras la visita, tomamos el metro hasta la Plaza de Wenceslao, epicentro de Nové Město. Aquí la historia reciente de Chequia se hace presente: en esta amplia avenida tuvieron lugar manifestaciones cruciales, desde la Primavera de Praga de 1968 hasta la Revolución de Terciopelo en 1989. En lo alto, la estatua ecuestre de San Venceslao, patrón del país, parece custodiar el lugar.
Entramos al imponente Museo Nacional de Praga, un edificio monumental de finales del siglo XIX. Sus salas nos llevaron desde la historia natural hasta la arqueología y la cultura checa. Solo por contemplar su interior, con la gran escalera y las cúpulas, merece la pena.
Muy cerca descubrimos la Ópera Estatal y, a pocos pasos, el Museo Mucha, dedicado al gran artista del Art Nouveau. Sus carteles y obras nos transportaron al París de la Belle Époque, donde Mucha alcanzó la fama.
Por la tarde, seguimos hacia el río y llegamos a uno de los edificios más curiosos de la ciudad: la Casa Danzante. Con sus formas ondulantes, parece que sus dos torres de cristal y hormigón bailen juntas, como una pareja. Se la conoce como “Fred y Ginger”, en honor a los famosos bailarines. Desde su azotea se tiene una vista preciosa del Moldava y de los tejados de Praga.
Terminamos la jornada caminando junto al río hasta el Teatro Nacional, con su majestuosa cúpula dorada. Fue construido con aportaciones del pueblo checo como símbolo de identidad nacional. Verlo iluminado al caer la noche nos recordó que Praga no solo vive de su pasado medieval, sino también de la fuerza de su historia moderna.

Día 4 – Peregrinaciones, bibliotecas y las mejores vistas de Praga
El cuarto de nuestros 5 días en Praga lo dedicamos a explorar la colina de Hradčany más allá del Castillo, descubriendo lugares de peregrinación, monasterios centenarios y, por supuesto, algunos de los miradores más impresionantes de la ciudad.
Comenzamos la jornada en el Loreto de Praga, un santuario barroco del siglo XVII que guarda una réplica exacta de la Santa Casa de Loreto (Italia), el lugar donde, según la tradición, tuvo lugar la Anunciación. Al entrar en el complejo nos recibió el sonido de su famoso carillón, que cada hora toca melodías con sus 27 campanas. Caminamos por su claustro sereno, admiramos las esculturas que decoran las galerías y entramos en la Iglesia de la Natividad, repleta de frescos barrocos. El tesoro del Loreto, con su custodia de oro y piedras preciosas, nos dejó con la boca abierta: es una muestra clara del poder y devoción que aquí se concentraron.
Muy cerca se alza el Monasterio de Strahov, otro de esos lugares que parecen sacados de un sueño. Lo que más nos impresionó fue su biblioteca barroca, con techos pintados al fresco y estanterías de madera que guardan miles de volúmenes antiguos. Al entrar, uno siente que está en una de las bibliotecas más bellas de Europa. También visitamos la pinacoteca del monasterio, con obras de maestros europeos que completan una colección sorprendentemente rica.
Desde allí caminamos hacia el Monte Petrín, un auténtico pulmón verde en el corazón de Praga. La subida es un paseo entre jardines y senderos, aunque también se puede hacer en funicular. Nosotros preferimos caminar, disfrutando de la calma y de las vistas que poco a poco se van abriendo hacia la ciudad.
En lo alto se encuentra la Torre Petrín, construida en 1891 como réplica a pequeña escala de la Torre Eiffel. Subimos sus escaleras y, desde arriba, contemplamos uno de los panoramas más espectaculares de Praga: los tejados rojos, las torres góticas, el Moldava serpenteando y el Castillo dominando la colina opuesta. Fue uno de esos momentos que se quedan grabados en la memoria.
Al bajar, recorrimos los jardines hasta llegar de nuevo al río, cruzando el Puente de las Legiones. El camino desemboca en el Teatro Nacional, que ya habíamos visto la tarde anterior, pero ahora, a la luz del día, pudimos apreciar mejor su grandiosa cúpula y la decoración dorada que brilla bajo el sol.
Con este recorrido, el día 4 se convirtió en una mezcla perfecta de espiritualidad, arte y paisajes inolvidables.

Qué hacer el quinto día. Excursiones desde Praga: una última mirada a Bohemia
Nuestro último día en Praga lo reservamos para salir un poco de la ciudad y descubrir alguno de los tesoros que se esconden a su alrededor. Teníamos varias opciones sobre la mesa y, aunque fue difícil elegir, aquí te contamos lo que vimos y también otras alternativas que nos parecieron muy interesantes.
Nos decidimos por visitar Ceský Krumlov, una ciudad que parece detenida en el tiempo y que está considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El viaje en coche dura unas tres horas, pero merece cada minuto. Al llegar, lo primero que llama la atención es su castillo medieval, uno de los más grandes de Europa, que se alza sobre el río Moldava como si vigilara celosamente el pueblo. Pasear por sus murallas y asomarse a las vistas sobre los tejados rojos fue un auténtico regalo.
El casco histórico de Cesky Krumlov está lleno de callejuelas empedradas, casas de colores y pequeños cafés donde el tiempo parece avanzar más despacio. Aprovechamos para comer en un restaurante tradicional y probar un buen goulash acompañado de cerveza checa, como colofón a nuestro viaje.
Si hubiésemos tenido más días, también nos habría gustado hacer alguna de estas excursiones:
- Campo de concentración de Terezín: un lugar sobrecogedor, antiguo gueto judío y campo de concentración nazi. Allí se comprende de una forma muy real el dolor que marcó esta tierra durante la Segunda Guerra Mundial.
- Karlovy Vary: ciudad balneario famosa por sus aguas termales y sus elegantes columnatas. Dicen que Mozart, Goethe y hasta los zares rusos disfrutaron de sus baños.
- Pilsen: cuna de la célebre cerveza Pilsner Urquell. Para los amantes de la cerveza, es casi una peregrinación imprescindible.
Praga es una ciudad que se disfruta paso a paso, y cinco días nos parecieron suficientes para sentirla un poco nuestra… aunque siempre quedan rincones para volver.

Nuestra Praga en 5 días
Cinco días en Praga dieron para mucho más de lo que imaginábamos. No fue solo tachar monumentos de una lista: fue caminar por la historia de Bohemia, emocionarnos con su arte, dejarnos llevar por la música callejera y descubrir cómo una ciudad puede ser al mismo tiempo majestuosa y cercana.
La Plaza de la Ciudad Vieja nos recibió con el espectáculo de su reloj astronómico; el Castillo de Praga nos recordó el poder de los reyes que marcaron esta tierra; Malá Strana y el Puente de Carlos nos hicieron sentir en un cuento medieval; el barrio judío nos habló en silencio de la memoria; y en el Monte Petrín encontramos un respiro verde con vistas inolvidables. Y, como broche, Ceský Krumlov nos regaló una excursión fuera del tiempo.
Praga es una ciudad para regresar. Siempre quedará un café escondido, un rincón de Moldava reflejando las luces, o una historia aún no escuchada. Nosotros volvimos con la sensación de haberla vivido de verdad, y eso es lo que convierte este viaje en uno de los más especiales que hemos hecho.
Si planeas tu visita, espero que este itinerario de qué ver en Praga en 5 días te sirva de inspiración para disfrutarla tanto como nosotros. Y si ya conoces la capital checa, seguro que coincidirás con nosotros: Praga siempre guarda un motivo para volver.
Puedes encontrar más información sobre Praga en la página oficial de turismo de Praga.
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