Apenas media hora después de salir de Lisboa, el paisaje empezó a cambiar. El tráfico se fue diluyendo, el aire se volvió más salado y el Atlántico apareció a nuestra izquierda, azul y bravo, como una promesa. Hicimos esta excursión en un día, saliendo temprano por la carretera costera, con las ventanillas bajadas y la sensación de que nos dirigíamos a un lugar donde el tiempo se mueve más despacio.
El trayecto ya merecía la pena por sí solo: pequeñas calas escondidas, casas señoriales asomadas al mar y ese aroma que solo se respira junto al océano. Pero lo mejor estaba por llegar.
Primero fue Cascais, con su mezcla de villa marinera y retiro aristocrático. Calles empedradas, fachadas de azulejos, palacetes que parecen sacados de una novela romántica. Luego, Estoril, más cosmopolita, con su casino legendario, sus jardines elegantes y ese aire de intriga que aún flota en el ambiente, como si los espías de la Segunda Guerra Mundial no se hubieran ido del todo.
Qué ver en Cascais y Estoril en un día
Este artículo no es solo una guía. Es el relato de una jornada que vivimos intensamente, entre historia, mar y arquitectura. Te contamos qué ver en Cascais y Estoril en un día, con un recorrido pensado para disfrutar, aprender y dejarse llevar por la belleza de la costa atlántica portuguesa.
Si prefieres una experiencia más guiada, te recomendamos reservar un free tour por Cascais o un free tour por Estoril, donde descubrirás secretos y anécdotas de estas dos encantadoras localidades.
Visitar Cascais en un día: de villa pesquera a destino real
Llegamos a Cascais poco después de las nueve de la mañana. El sol aún estaba bajo, y la luz dorada se reflejaba en las fachadas de azulejos. Aparcamos cerca del centro y empezamos a caminar sin rumbo fijo, dejándonos llevar por el ritmo pausado de una ciudad que parece vivir entre dos tiempos: el marinero y el aristocrático.
El centro histórico: calles con memoria
Las calles empedradas del centro nos recordaron a otros pueblos costeros, pero aquí hay algo distinto. Cada esquina tiene una historia, cada fachada parece sacada de una postal. Cascais fue durante siglos una humilde villa de pescadores, hasta que en 1870 el rey Luis I decidió instalar aquí su residencia de verano. A partir de entonces, la aristocracia portuguesa, y más tarde la europea, convirtió el pueblo en un destino de moda.
Pasamos por la Praia da Rainha, una pequeña cala escondida entre rocas, que según cuentan fue elegida por la Reina Amelia, última reina de Portugal, como su rincón favorito.
Palacio Seixas: el esplendor de otra época
Frente al mar, el Palacio Seixas se alza como testigo de la transformación de Cascais. Este edificio, que comenzó como fortaleza defensiva, fue convertido en residencia aristocrática en el siglo XIX. Su arquitectura mezcla influencias románticas y neogóticas, con torres, balcones y detalles que parecen sacados de un cuento.
Nos detuvimos unos minutos frente a él, imaginando cómo sería la vida aquí hace cien años, cuando los salones se llenaban de diplomáticos, artistas y nobles que venían a respirar el aire atlántico.
Boca do Inferno: el rugido del océano
A unos dos kilómetros del centro, siguiendo el paseo marítimo, llegamos a la Boca do Inferno. El nombre no es exagerado: el sonido del agua entrando en las cavidades del acantilado es atronador, casi hipnótico. Nos quedamos un buen rato observando cómo las olas golpeaban con fuerza, mientras el viento nos traía olor a sal y algas.
Este lugar ha inspirado leyendas, poemas y hasta películas. En el siglo XIX, era punto de encuentro de románticos y bohemios que venían a contemplar la fuerza del mar. Hoy sigue siendo uno de los rincones más impresionantes de la costa portuguesa.
Ciudadela de Cascais y Museo Condes de Castro Guimarães
De vuelta hacia el centro, pasamos por la Ciudadela de Cascais, una fortaleza construida en el siglo XVI para proteger la costa de los ataques piratas. Hoy alberga un hotel de lujo y un centro cultural, pero conserva su estructura original y ofrece vistas espectaculares.
Justo al lado, visitamos el Museo Condes de Castro Guimarães, una mansión de estilo revivalista que alberga una colección de arte, muebles y documentos históricos. Fue construido en 1900 por Jorge O’Neill, un aristócrata de origen irlandés, y donado más tarde al municipio. Recorrer sus salas es como entrar en la vida privada de la alta sociedad de principios del siglo XX.
Praia do Guincho: naturaleza en estado puro
Antes de dejar Cascais, decidimos acercarnos a la Praia do Guincho, a unos 8 kilómetros del centro, por lo que fuimos en coche. El contraste con las playas urbanas es total: aquí el viento sopla fuerte, las olas rugen y el paisaje es casi salvaje. Es un paraíso para surfistas, pero también para quienes buscan desconectar y sentir el poder del Atlántico sin filtros.
Después de visitar Cascais, volvimos al coche y decidimos continuar hacia Estoril
Visitar Estoril, glamour, espías y realeza junto al Atlántico
Casino de Estoril: lujo e intriga
La silueta del Casino de Estoril aparece imponente cuando llegas a la ciudad. Inaugurado en 1931, es uno de los casinos más grandes de Europa y fue mucho más que un lugar de juego: durante la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en punto de encuentro de espías, diplomáticos y exiliados. Ian Fleming, el creador de James Bond, se inspiró en este ambiente para escribir Casino Royale.
Nos acercamos a la entrada, donde aún se respira ese aire de misterio y sofisticación. Aunque no entramos a jugar, pasear por sus jardines y observar el edificio fue suficiente para entender por qué Estoril fue sinónimo de glamour internacional.
Jardim do Estoril y Chalet Barros
Justo frente al casino se extiende el Jardim do Estoril, un parque cuidado al detalle, con fuentes, esculturas y bancos bajo la sombra de grandes árboles. Aquí se reunían las familias aristocráticas para pasear, conversar y ver sin ser vistos.
A un lado del jardín se alza el Chalet Barros, una mansión que parece sacada de un cuento medieval. Construido en el siglo XIX, con torres, almenas y detalles neogóticos, fue residencia de verano de una familia noble portuguesa. Hoy es uno de los símbolos arquitectónicos de Estoril.
Realeza en el exilio
Estoril no solo fue un destino turístico de lujo, sino también un refugio político. Durante el siglo XX, acogió a monarcas exiliados como Juan Carlos I de España, Humberto II de Italia y Miguel de Rumanía. Muchos vivieron en villas discretas pero elegantes, a pocos metros del mar, manteniendo una vida de corte en la sombra.
Mientras paseábamos por las calles residenciales, pensábamos cómo sería vivir aquí en aquella época con cenas diplomáticas, paseos por el jardín, partidas de bridge en el casino… Todo con el telón de fondo del Atlántico.
Praia do Tamariz: elegancia frente al mar
Terminamos la visita en la Praia do Tamariz, justo frente al casino. Es una playa urbana, pero con un encanto especial: aguas tranquilas, arena dorada y vistas al Forte da Cruz, una pequeña fortaleza que añade carácter al paisaje.
Nos sentamos en una terraza frente al mar y dejamos que el día se cerrara con el sonido de las olas y la luz del crepúsculo.
Un día entre historia, mar y elegancia
Volvimos a Lisboa con la sensación de haber viajado en el tiempo. En solo un día, habíamos caminado por calles donde reyes veranearon, espías se ocultaron y el Atlántico rugía contra los acantilados. Cascais y Estoril no son solo dos destinos bonitos cerca de la capital portuguesa: son dos capítulos vivos de la historia del país, escritos entre palacetes, playas y paseos junto al mar.
Esta excursión, como toda buena experiencia, nos dejó con ganas de volver. Porque en cada rincón hay una historia que aún no hemos escuchado, una puesta de sol que aún no hemos visto, un plato que aún no hemos probado.
Si estás en Lisboa y tienes un día libre, no lo dudes: Cascais y Estoril te esperan con su mezcla única de belleza natural, legado histórico y elegancia atlántica.
Puedes encontrar más información en la página oficial de turismo de Cascais.
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